El oro ha llamado la atención del hombre desde los tiempos más primitivos. Prácticamente todos los pueblos y culturas lo han conocido sea porque lo descubrieron en sus territorios o como producto de intercambio. En América, la metalurgia y la orfebrería del oro en tiempos precolombinos, alcanzó niveles excepcionales. Basta con visitar algunos de los “Museos del Oro” de Colombia, Ecuador y Perú. El rescate de Atahualpa, la leyenda de “El Dorado” y más tarde el oro de los jesuitas, constituyen algunas de las páginas notables de lo que significó el oro en América.
El oro generalmente se encuentra como elemento químico puro y sus propiedades de incorruptibilidad lo convierten en un metal noble y precioso caracterizado por su resistencia al ataque químico, por su elevado peso específico, y por sus propiedades de maleabilidad y ductilidad a raíz de las cuales se lo puede trabajar en planchas finísimas como hojas de papel o bien estirarlo en hilos delgadísimos. Gracias a ello los incas “empapelaron” de oro sus templos al sol. Llamaban al oro “cori” y muchos topónimos hacen referencia a él, como “Corimayo”, que significa “río de oro”.
Se lo obtenía casi siempre de las arenas de los ríos y en menor medida de las vetas de cuarzo. Se pensaba que estaba limitado a ciertos tipos de rocas ácidas pero con el correr de los siglos se lo fue encontrando en rocas y terrenos cada vez más diversos. Inclusive en ciertas plantas que tienen la propiedad de concentrarlo como son el maíz y la “cola de caballo”. Ello llevó a que siguiendo el título de una vieja película se impusiera el concepto de que en la naturaleza “el oro está donde usted lo encuentra”. Nuestra región andina se caracteriza por tener una variedad de rocas y sedimentos de ríos, de distintos tiempos geológicos, en donde el oro está presente. Lo más común es encontrarlo en las arenas de los ríos con distinto grado de concentración, dando lugar en algunos casos a los llamados placeres; o sea concentraciones de metales pesados con minerales de valor económico.
Placeres extraordinarios de oro se encuentran en el río Tipuani de Bolivia. Los ríos de la Puna son ricos en oro, en especial los del occidente de la Puna jujeña. En Rinconada se encontró la pepita de oro más grande de Argentina que pesó ocho kilos. Eureka, Santa Catalina, Rosario de Coyahuaima, Orosmayo y Olaroz son algunos de los lugares conocidos por la presencia de aluviones auríferos. Igual que los ríos que rodean a San Antonio de los Cobres. En ellos el oro se presenta en chispitas, chapitas, alambres, pepitas e incluso de tipo mostacilla, este último derivado de coladas volcánicas. La fuente originaria principal son las vetas de cuarzo alojadas en sierras formadas por rocas lajosas del Precámbrico y Ordovícico. Esas vetas se destruyen por los agentes meteóricos y liberan el oro que es transportado corriente abajo hasta que se acumula por densidad. El oro más grueso se va al fondo del aluvión para formar el llampo y el más fino queda cerca de la superficie dando lugar al aventadero (los españoles lo concentraban arrojando las arenas al viento aventando- para separar el oro al igual que con la paja y el trigo).
Cuando los llampos se lavan con la batea se puede obtener un gran número de minerales acompañantes que son un buen indicio de las rocas que están siendo erosionadas en la región. Entre esos minerales se tienen magnetita, ilmenita, apatita, rutilo, zircón, coltán, casiterita, zafiros; y en otras regiones platino, diamantes y gemas de valor. Los ríos de Brasil tienen diamantes y los de Colombia y Tierra del Fuego platino. Si bien hay concentraciones de oro explotable en los ríos de la Puna y de Santa Victoria Oeste, prácticamente todos los cursos fluviales que bajan de nuestras montañas llevan chispitas de oro. Los ríos Wierna, Caldera, Mojotoro, Escoipe, Toro, Calchaquí, Guachipas, Arias, Arenales, Rosario y otros que forman la alta cuenca de los ríos Pilcomayo, Bermejo y Juramento son portadores de polvillo o chispitas de oro en sus arenas. Aunque obviamente va en cantidades tan reducidas que harían completamente antieconómico cualquier intento de explotación. Ahora bien, el oro se encuentra también en distintos tipos de rocas en las montañas. Se conocen unas 35 manifestaciones auríferas en la provincia de Salta y otras tantas en Jujuy. Sin considerar las viejas vetas de cuarzo aurífero ya comentadas, se tienen numerosos filones formados por fluidos hidrotermales en la periferia o en el interior de los edificios volcánicos de la región.
Muchos de esos filones quedaron expuestos por la erosión y en ellos se observan distintas mineralizaciones. Hay asociaciones de oro con cobre, con hierro, con bismuto, con plata, con antimonio, con plomo y zinc, o polimetálicas con la participación conjunta de varios de esos elementos químicos. De estos tipos de depósitos se conocen en los alrededores del Cerro Acay y nacientes del Valle Calchaquí, en la sierra de Cobres distrito de La Colorada, en el cerro Bayo en el borde del salar del Hombre Muerto, en el volcán Quevar; en cercanías de San Antonio de los Cobres, donde se encuentran las minas Concordia, La Poma, Recuerdo, Polvorilla, Acazoque, Organullo, Incachule, y en media docena más de pequeños depósitos filonianos. Pero donde el oro se presenta en mayores cantidades es como mineral diseminado en viejos cuerpos que conforman las raíces ruinosas de antiguos volcanes. Esos volcanes fueron desmantelados por la erosión dejando expuesto su núcleo interior metalizado principalmente con minerales como la pirita y la calcopirita que son el sulfuro de hierro y el sulfuro de cobre y hierro respectivamente.
Se conoce a ese tipo de depósitos como “pórfidos de cobre-oro”. Son los que se explotan abundantemente en el norte de Chile y que constituyen la principal riqueza de esa región. La pirita y la calcopirita se caracterizan por llevar oro finamente diseminado, microscópico, o sea invisible a simple vista, en cantidades de miligramos por tonelada. Cuando se los somete a esos minerales a una trituración casi impalpable y se los disuelve con ácidos, se puede extraer el oro que allí se concentra por distintos métodos metalúrgicos. Entre los depósitos que tenemos en la Puna salteña se cuentan, entre otros, los pórfidos de cobre y oro de Taca Taca, Río Grande, Lindero y Samenta, todos ellos alrededor del salar de Arizaro. Su futura explotación puede ayudar a despegar a la empobrecida economía puneña actual. Además de joyería, respaldo de moneda y otras decenas de usos tecnológicos, el oro es hoy esencial en la electrónica moderna especialmente en las computadoras y teléfonos celulares.