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Una serie de estudios ha puesto por delante la teoría de que el trabajo producido por humanos será sustituido por máquinas cada vez más inteligentes, lo que conducirá al ser humano a la irrelevancia. ¿Quién no ha oído hablar de los coches que se auto-conducen, las máquinas que diagnostican enfermedades o incluso los robots que identifican emociones? ¿Es el progreso de la inteligencia artificial el fin de la inteligencia humana? En otras palabras, ¿será el último invento que tendrá que realizar el ser humano una máquina más inteligente que el más listo de los humanos, para que ésta pueda seguir inventando a futuro?Aunque muchos de estos estudios tienen visos de ciencia y economía-ficción, todos ponen de manifiesto las implicaciones que estos fenómenos pueden tener para el devenir de nuestras sociedades. Así, por ejemplo, dependiendo de si las máquinas son capaces de sustituir solo al trabajo poco calificado, calificado o todo el trabajo, se darán consecuencias distributivas distintas, pero en todos los casos presumiblemente de gran magnitud, por lo que los países deben ir preparándose. Hasta ahora, la máquina ha sido capaz de sustituir un montón de personas en trabajos rutinarios llevando a algunas profesiones casi a su extinción. ¿Quién se acuerda hoy de los operadores telefónicos o los mecanógrafos? Pero lo que pronostican Brynjolfsson y A. McAfee en su último e influyente libro La segunda era de las máquinas es que este proceso se acelerará a futuro. Así, no solo personas con trabajos rutinarios y/o de baja calificación, sino muchos trabajadores calificados (traductores, analistas de datos, gestores...), serán potencialmente reemplazados por máquinas. Existe un vigoroso debate acerca de cuán factible es ese escenario. Un aspecto importante es si el hecho de que el sector de la computación esté aumentando su capacidad de forma exponencial se traducirá en cambios en el agregado de la economía. Un ejemplo histórico ayuda a entender este fenómeno: a finales del siglo XIX, la producción de velas era un sector importante para la economía, mientras que cien años después la producción de iluminación se convirtió en un sector con un peso casi irrelevante. ¿Por qué? Porque la capacidad de iluminar ha crecido muchísimo pero la demanda de productos de iluminación no se ha incrementado al mismo ritmo. Ese fue un proceso que también sufrió -y en muchos países sigue sufriendo- la agricultura. Dado que el sector agrícola es capaz de producir mucho más que en el pasado, se necesita menos gente para alimentar a las sociedades, gente que puede trabajar en otros sectores. De acuerdo con estos ejemplos, la pregunta entonces es si el sector de la computación tendrá más o menos relevancia en el futuro. Relacionado con lo anterior, otro aspecto importante a considerar es qué tan rápido están ocurriendo estas transformaciones y qué peso tienen ya en la economía en su conjunto. Si bien los ejemplos son muy sugerentes, los datos en el agregado no muestran todavía un cambio importante en el crecimiento de la productividad, quizá porque aún suponen una parte pequeña de las economías. Qué tan rápido ocurra el cambio a futuro determinará la capacidad de las sociedades de ir ajustándose a estos procesos. Finalmente, quizá el aspecto más importante a resaltar y difícil de predecir es hasta qué punto las máquinas serán complementarias o sustitutivas del trabajo y para qué tipos de trabajo. Hasta la fecha, la inteligencia artificial ha sido capaz de suplir muchos trabajos rutinarios, pero no ha podido sustituir muchos trabajos en el sector servicios (ej. salud, cuidado de infantes y adulto mayor, maestros y profesores) cuyo peso relativo en empleo ha crecido. Es fácil imaginar un futuro donde las máquinas produzcan otros productos, pero ¿podrán cuidar a un niño, a un anciano, o enseñar? Asimismo, hay todo un grupo de profesiones que se han beneficiado mucho del desarrollo de la computación. Es muy probable que la emergencia de maneras más poderosas de computación suponga la aparición de nuevas ocupaciones ahora inimaginables que supongan nuevas fuentes de empleo.

¿Quiénes se podrán beneficiar? Sin duda, se trata de preguntas muy importantes.

Quizá una máquina las podrá contestar pronto.

La máquina expendedora es una máquina que proporciona aperitivos, bebidas, golosinas y otros productos a los consumidores. Se trata de vender sin la presencia de un dependiente para cobrar los artículos. Periódicamente un empleado repone el producto y recoge el dinero en forma de monedas o, menos habitualmente, billetes; a veces también se puede pagar con tarjeta monedero, tarjeta de crédito o teléfono móvil. Las posibilidades de las máquinas expendedoras son amplias. Normalmente suelen vender refrescos, café, comida, chucherías, etc. Pero también existen modelos diseñados para vender prensa, libros, sellos de correos, billetes del transporte público, bebidas alcohólicas, cigarrillos de tabaco, también son frecuentes, en las oficinas que atienden al público, las máquinas expendedoras de un impreso pequeño con el número de turno del solicitante.
 

Muchas personas, especialistas y empresas relacionadas con el mundo del agua utilizan y recomiendan la utilización de TDS (total de sólidos disueltos, por sus siglas en inglés) como una buena medida para analizar la calidad del agua. Las principales razones para utilizar este método es que es muy barato y sencillo de utilizar. Sin embargo, esta medida puede generar problemas y confusión ya que es muy limitada en cuanto a la cantidad y el origen de los parámetros de calidad del agua analizados. Para conocer más en detalle qué es TDS, cómo funciona y en qué casos tiene sentido utilizarlo como una herramienta para medir la calidad del agua, sigue leyendo.
 
¿Qué es TDS?
TDS engloba sales inorgánicas y pequeñas cantidades de materia orgánica disueltas en el agua. Los principales constituyentes de TDS son los cationes de calcio, magnesio, sodio y potasio y los aniones de carbonato, bicarbonato, cloro, sulfato y, especialmente en aguas subterráneas, nitrato. TDS se expresa en unidades de mg por unidad de volumen de agua (mg/L) o como partes por millón (ppm).
 
Típicamente, el agua mineral natural y el agua de grifo tienen un valor de TDS entre 100 y 200 mg/l. En áreas con una alta concentración de minerales, el agua de grifo puede tener valores bastante más altos. Tecnologías de filtrado del agua como la ósmosis inversa, la destilación de agua, o el intercambio de iones pueden reducir la cifra a casi cero, mientras que tecnologías como el carbón activo no filtran los TDS.
 
¿Un nivel alto de TDS es bueno o malo?
Gran parte del agua mineral tiene niveles de TDS más altos que el agua del grifo (ej. Evian tiene 300 mg/l; San Pellegrino 850 mg/l), por lo que esto no es necesariamente malo, ni bueno tampoco. La Organización Mundial de la Salud (OMS) y otras instituciones que regulan la calidad del agua consideran valores hasta los 500 mg/l como completamente seguros, y hasta 2.000 mg/l como suficientemente seguros para consumir de manera temporal si no hay otra fuente de agua fácilmente disponible.
 
Para valores inferiores a 500 mg/l no hay ninguna evidencia científica de que los TDS supongan alguna diferencia en el agua, y en valores inferiores a 2.000 mg/l no se ha identificado ningún impacto en la salud. De todas maneras, para complicar la ecuación un poco, existen evidencias de que concentraciones altas de componentes específicos de TDS como el calcio, sí podrían tener un impacto negativo. En cualquier caso, con medir TDS no es suficiente, ya que no especifica los diferentes parámetros que constituyen el número final.
 
En un estudio llevado a cabo por la OMS, se llegó a las siguientes conclusiones sobre el nivel de TDS ideal en agua (mg/l):
 
Menos de 300: Excelente
300 – 600: Bueno
600 – 900: Regular
900 – 1,200: Pobre
Above 1,200: Inaceptable
Los niveles de TDS varían entre diferentes ciudades, por ejemplo, en Barcelona está en el rango 200-600 mg/l, Madrid 50 mg/l, Palma de Mallorca 400-900 mg/l, Berlín 260-400 mg/l, París 200-300 mg/l, Estocolmo 73-93 mg/l, Londres 260 mg/l… y todas ellas están consideradas ciudades con agua segura y saludable.
 
Es cierto que niveles altos de TDS normalmente se asocian a un sabor más fuerte y una sensación más prominente en boca, tal y como lo describen algunos expertos catadores de agua.
 
¿Por qué algunas compañías de filtrado de agua utilizan los niveles de TDS como unidad de medida de la calidad del agua?
La principal razón es que es barato y fácil de analizar. Los medidores de TDS se pueden comprar online por menos de 50€, y cualquier persona puede hacer sus propios tests en casa en pocos segundos.
 
Los tests que analizan el cloro, los pesticidas, los metales pesados, productos farmacéuticos y otros parámetros clave para medir la calidad del agua, requieren laboratorios sofisticados y costosos. Las compañías de agua municipales están obligadas a hacer tests de agua de este tipo a diario, y a publicar un informe científico detallado anualmente, como mínimo.
 
¿Cómo consigo datos precisos y fiables sobre el agua?
Como conclusión, el análisis de la calidad del agua es importante. Por ello, el uso de TDS es interesante como complemento de otras tecnologías, pero no tanto de manera individual. Por lo general, el concepto de que niveles altos de TDS en el agua son malos, está basado en la idea preconcebida del impacto negativo de los minerales en la salud.
 
Si quieres aprender más sobre el análisis de la calidad del agua, visita esta web.
 
En caso de que vivas en Barcelona, puedes buscar los últimos informes disponibles en la web de Aigües de Barcelona o dejar tu código postal aquí y te lo enviaremos directamente.
 

 

Si te gustaría hacer un test tú mismo para poder tener en cuenta si las tuberías de tu edificio están afectando al agua de tu grifo (por ejemplo filtrando metales pesados, calcio, magnesio, cloro, nitrato, sulfato, fluoruro, sodio, cobre o níquel)

Con la población del mundo consumiendo agua en cantidades récord y con la escasez de agua causando una serie de problemas geopolíticos y humanitarios, resulta cada vez más necesario aprovechar la tecnología para ayudar a satisfacer la demanda.Una solución cada vez más adoptada para afrontar la escasez de agua dulce es el tratamiento del agua salina por medio de un proceso conocido como desalación o desalinización.





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